jueves, 23 de abril de 2020

DIARIO DE NAVARRA: SITUACIÓN DE EXCLUSIÓN SOCIAL EN RECURSOS DE VIVIENDA DE ITXAROPEN GUNE EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS.


Con los que siempre resisten
El 95% de los programas que prestan las entidades agrupadas en la Red de Lucha contra la Pobreza siguen activos para no dejar caer a los colectivos más vulnerables que, una vez más, sufren con más dureza las consecuencias de esta crisis
Los colores del arcoiris y un mensaje de ánimo llaman a no desistir en estas semanas de confinamiento. efe

CÓMO se vive el confinamiento en un piso de mujeres rescatadas de la prostitución? ¿Qué piensa un migrante que cruzó el Estrecho debajo de un autobús para labrarse un futuro? ¿Qué sentirá una trabajadora del servicio doméstico interna, aislada con la familia que le da empleo en vez de con la suya propia? ¿Se atreven las personas en situación irregular a salir a la calle para hacer las compras indispensables? Los protagonistas de todos estos interrogantes también son nuestros vecinos. Están ahí, en la ventana de al lado, confinados, aplaudiendo puntualmente a las ocho de la tarde. Pero ellos tienen el Resistiré grabado a fuego desde hace mucho más que unas semanas.
La situación generada por el Covid-19 ha vuelto a poner de manifiesto que “las situaciones difíciles afectan con más fuerza siempre a los mismos”, tal y como expone Lydia Almirantearena, miembro de la comisión permanente de la Red de Lucha contra la Pobreza. Esta plataforma mantiene activos el 95% de los programas que desarrollan sus 30 entidades, estos días “trabajando más en red que nunca”.
Las piezas que primero saltan del entramado social son las que estaban unidas con hilvanes más finos. “Si para cualquier familia esto es duro, para algunas lo es mucho más. Porque cuando las cosas no se atienden en su momento, las repercusiones después son mayores”, sentencia. Y lo son en cualquier ámbito, “desde la vivienda a la brecha digital”, explica Almirantearena, que recuerda que “hay familias que están pasando el confinamiento en una sola habitación”, recuerda. “Estamos viendo situaciones dramáticas, aunque muchas de las personas con las que trabajamos huyan del drama cuando lo cuentan”.
Desde la Red ya temen que el impacto económico de esta crisis vuelva a traducirse en “recortes en lo social”, como ocurrió en la de 2008, “de la que nunca nos terminamos por recuperar”. “Esta situación tiene que hacernos reflexionar y puede ser una oportunidad para recuperar muchas cosas que habíamos perdido, como la preocupación por el bien común o por la capacidad que tenemos cada uno de ser agentes transformadores de nuestro entorno”, invita Almirantearena.
Un hogar seguro
Marta no se llama Marta y vive en un piso tutelado por la asociación Itxaropen Gune junto a otras tres compañeras, cada una de una nacionalidad distinta. Es uno de los tres recursos habitacionales que la entidad, integrante de la Red, destina a mujeres supervivientes de la prostitución, la trata y la violencia machista. Este es, en concreto, el piso de emergencia, al que las chicas llegan “de la noche a la mañana”, muchas veces derivadas por la propia policía. El objetivo es ofrecerles un entorno seguro, donde ellas puedan recuperar su bienestar emocional y formarse para incorporarse al mercado laboral.
El confinamiento pesa menos cuando se retrotraen en el tiempo y piensan cómo hubiese sido pasar por esto antes de haber llegado al piso de Itxaropen Gune. Es una de las dinámicas de grupo que les ha planteado estos días Sara Azanza, la educadora social que sigue acudiendo todos los días a prestarles apoyo. “Ellas tienen compañeras que se encuentran todavía trabajando en los clubes o en los pisos. Imagínate estar pasando por esto desde allí, tiene que ser horroroso. Además, suponemos que los dueños estarán contabilizando los gastos, que luego ellas tendrán que resarcir con su trabajo. En ese sentido, sienten mucho alivio y mucho agradecimiento”, traslada.
“Estamos ya locas porque pase el confinamiento en casa, pero estamos tranquilas, seguras, apoyadas por el equipo de esta asociación, que hace de todo porque nos sintamos protegidas”, valora Marta, que está sufriendo por lo preocupada que está su familia, a miles de kilómetros de aquí. “A veces las noticias les llegan un poco distorsionadas”, lamenta.
“Les está afectando mucho esta situación, sobre todo porque su proceso de formación se ve interrumpido”, explica Azanza. “A ver si pasa pronto y podemos retomar nuestros proyectos”, coincide Marta, que es trabajadora social en su país de origen y está en trámites para homologar su título y poder ejercer aquí. La asociación, además de cursos de castellano, ofrece también formación en geriatría, cocina, informática o costura.
La prioridad estos días, sin embarg, es o“darles mucho apoyo emocional”. “Son chicas sin ninguna red social, con toda la familia fuera. Procuramos que este periodo les sea lo más llevadero posible y lo hacemos con ilusión, porque se establece con ellas una relación muy personal y muy vinculante”, explica la educadora social.
En duelo migratorio
Jazmin Zurita Vera es boliviana, de Cochabamba. Tiene 16 años y lleva un año en Pamplona, a donde llegó siguiendo los pasos de su madre, que se vino cuando ella era solo un bebé. “Ella estuvo mucho tiempo yendo y viniendo”, explica. Jazmín, que estudia 3º de ESO en el colegio Santa Catalina, está pasando el confinamiento con su tía, su hermana y su primo, porque su madre trabaja como interna cuidando a una persona mayor, y ha tenido que permanecer en el domicilio de la familia que la emplea. “Es una situación difícil para ella, pero tiene que cuidar a la señora”, razona.
Cuando llegó a Pamplona, Jazmin tuvo que empezar una nueva vida, en otro país, en otra cultura y, además, con una madre a la que solo había visto a temporadas a lo largo de toda su vida. “La pasé mal, se extraña todo al principio, pero ya estoy mejor”, reconoce. Uno de los apoyos importantes con los que ha contado en este tiempo ha sido el del SEI, el Servicio Especializado en acompañamiento de procesos de Duelo Migratorio y Reagrupación Familiar, que también pertenece a la Red de Lucha contra la Pobreza.
La asociación trabaja con 450 adolescentes (12-17 años) y sus familias, con perfiles distintos. El primero, como Jazmin, son casos de reagrupación familiar después de una media de 12 años de separación. Hasta hace un tiempo era el mayoritario, pero “últimamente ha crecido mucho la inmigración conjunta”, explica Vanesa Goñi, técnica de intervención y terapeuta familiar de la entidad. Son familias completas que salen huyendo de las “circunstancias extremas” que se están viviendo en países como Venezuela, Colombia, Nicaragua o Honduras. “Muchas piden asilo, pero la lista de espera es muy grande, así que se quedan en el limbo, sin papeles”.
Los menores migrantes no acompañados son el otro gran grupo con el que trabaja la entidad. Antes, solo en Pamplona y ahora ya, en toda Navarra. En cualquier caso, y sea cual sea su perfil, “la soledad del migrante” pesa mucho más estos días. “Si el esfuerzo que supone migrar en una situación de normalidad sanitaria ya suele ser grande, el Estado de Alarma está suponiendo mucha incertidumbre y estrés”, constatan desde SEI.
La asociación se ha “reinventado” para seguir atendiendo a estos menores y sus familias, tanto en sus necesidades básicas como en el acompañamiento emocional. Lo primero que hicieron fue “hacer una llamada a cada una de las familias, unas 120, para ver en qué situación estaban”. “Nos hemos encontrado con que muchas han perdido el trabajo. Hay mucha gente que trabaja en el servicio doméstico, internas que ya no pueden salir las horas que les corresponden, gente sin contrato”. Esto está provocando que muchas familias “que nunca habían tenido que recurrir a los servicios sociales”, ahora sí lo tengan que hacer. “Se han quedado en una situación vulnerable, como se han quedado muchísimas familias navarras. Nosotras les asesoramos. Estamos muy en contacto con Políticas Migratorias y con los servicios sociales, que están a tope”.
Algunas necesidades, como la de comer, no entienden de plazos, así que desde el SEI también han hecho alguna intervención de urgencia a domicilio, mientras se acaban de ponerse en marcha otros mecanismos. “Vimos que teníamos 7 familias con hijos que no tenían ni para comer mañana”. También especialmente mal lo están pasando las personas en situación irregular. “No se atreven a salir a la calle para nada por si la policía les para”.
El SEI también está ejerciendo como intermediario entre las familias y los centros educativos. “La brecha digital es muy grave. Estamos intentando que todas las familias tengan acceso a Internet. Pero si algunas no tienen para comida, ¿cómo van a contratar internet?”, se pregunta Goñi. Ellos mismos están utilizando vídeollamadas y han creado un soporte digital para que los voluntarios que prestaban apoyo escolar lo mantenga. También proponen diferentes actividades a través de redes sociales para seguir en contacto. “Yo me apunto a todo lo que proponen”, asegura Jazmin. El objetivo es que el aislamiento de esta semanas no se convierta también en “un encierro en uno mismo” que eche por traste todos los vínculos que los menores han ido creando.
Entre dos mundos
¿Cómo puede afectar el confinamiento a una familia recién agrupada, cuyos miembros son, en ocasiones, casi desconocidos los unos para los otros? “Estamos viendo situaciones en positivo y en negativo. En positivo, porque hay muchas madres y padres que antes trabajaban muchísimo fuera de casa y ahora, por fin, tienen tiempo para estar con sus hijos y recuperar lo que no han podido vivir juntos. Por otro lado, es verdad que si ya se parte de relaciones más distantes, de vivencias difíciles, eso se puede agudizar más”, admite Goñi.
Los menores migrantes no acompañados, por su parte, viven “entre dos mundo”. “Preocupados por lo que les está pasando a ellos aquí, y preocupados por la situación de su familia en sus países de origen”. Como le ocurre a Ilyas Ayat, un chico de 18 años que cruzó el Estrecho hace dos años en los bajos de un autobús, solo. Vive en Pamplona desde hace año medio, después de haber pasado unos meses en un centro de menores de Sevilla. Comparte un piso de acogida tutelado por una organización en la Txantrea y se forma como soldador en Fundación Elkarte, en San Jorge. Además, es premonitor en la asociación SEI, lo que significa que ahora es él el que ayuda en su proceso de adaptación a esta tierra a otros jóvenes recién llegados, como antes lo hicieran con él. “Después de año y medio estoy bien aquí. Mis amigos son mi familia”.
Ilyas dice que él no tiene ya “ningún miedo”. Su sueño es poder labrarse un futuro y reencontrarse con su familia de Tetuán, la biológica. “Espero algún día encontrar un trabajo y poder tener una casa”. Confía en sus posibilidades. “Estaré bien”. Mientras, procura acostumbrarse a la nueva rutina impuesta por el confinamiento. “Pasamos el tiempo como podemos, como cualquier otra persona”, describe.

Sara Azanza
educadora social de la asociación itxaropen gune
“La prioridad estos días es dar apoyo emocional a las chicas, que no tienen ninguna red social”
Vanesa Goñi



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